Una noche de diciembre de 2021
Era la una de la madrugada y Alicia,
una vez más, seguía sin poder dormir. Miraba en silencio por la ventana en
busca de estrellas que iluminasen esa noche tan oscura, pero ese día la luna no
tenía quien la acompañase, por lo que su mirada se detuvo en el reloj de la
torre de Rabbit Company. De repente escuchó un ruido. Era el sonido de
las patitas de su gata, Tararí, y su perro, Tarará, que se acercaban para
contemplar con ella la soledad nocturna.
―Hoy no ha sido un buen día. He
podido ver en los ojos de mis chicos y mis chicas el miedo y la incertidumbre
que sienten hacia el futuro... ¿Y quién puede culparlos con la que tenemos
encima? ¡Si se diesen cuenta de que ellos son el futuro!― dijo en voz alta,
como si esperase que Tararí y Tarará le respondiesen.
De pronto, hubo un estruendo y
un rayo cayó sobre el reloj de Rabbit Company, haciendo que las manecillas
dejasen de contar los minutos.
―¿Qué ha sido eso? ¿Vamos a
morir todos?― dijo con el dramatismo que la caracterizaba.
―No. No vas a morir, Alicia― intervino
una voz cálida.
Era una mujer de unos treinta
y cuatro años. Llevaba una ropa muy extravagante y un sombrero tan grande que
casi tocaba el techo de la habitación de Alicia.
―¿Qué..? ¡¿Quién eres tú?!
¡¿Qué haces en mi casa!?― Gritó Alicia mientras se lanzaba contra la
desconocida para golpearla, pero sus golpes eran inútiles, traspasaban a la
mujer haciendo que se pixelase.
―¿Qué eres?
―Soy tu yo del futuro. Llevo
años queriendo contactar contigo y hoy, por fin, lo he conseguido.
―¿Pero cómo…?
―¡Ah! Esto…¡Me estás viendo a
través de un holograma!
―¿Estoy loca?― se preguntó a
sí misma, pero el holograma le respondió
―Pues no lo sé. Siempre he pensado
que sí, la verdad, pero te diré algo: las mejores personas lo están. Además, en
tu profesión es tu deber estar loca porque tienes demasiadas barreras que
derribar y mucho por lo que luchar.
―Tengo tantas preguntas…
―Pregúntame lo que quieras,
Alicia.
―¿Cómo es el futuro? ¿Logramos
superar la pandemia?
El holograma sonrió.
―Los seres humanos son capaces
de vencer cualquier cosa cuando se unen. En 2022, la humanidad al fin se dio
cuenta de que necesitaba mejorar y, para eso, necesitaba estar unida. Fue ahí
cuando empezaron todos los cambios. La tecnología fue cobrando un papel cada
vez más importante en nuestras vidas y, precisamente tú, te has convertido en
una experta. Para que te hagas una idea, ya contamos con coches autónomos con los
que las personas con alguna disfunción pueden transportarse sin problemas. Lo
único que no ha conseguido reemplazar la tecnología es la presencialidad de las
aulas.
―Las aulas… ¿Ha evolucionado
la educación?― preguntó Alicia, con miedo.
El holograma volvió a sonreír.
―Sé que tienes miedo de que mi
respuesta te provoque tanto dolor como el hilo de sangre que llegó hasta Úrsula,
pero se parece más a un campo de flores amarillas. Verás, nuestros chicos y
nuestras chicas descubrieron que nuestro futuro estaba en sus manos y
trabajaron tan duro para que ese futuro valiese la pena que lo consiguieron.
Nos dieron una lección a los adultos y, gracias a ellos, la educación ya no
tiene color. Los centros se han convertido en el reflejo más fiel del mundo, en
toda su diversidad, y un espacio donde los prejuicios no tienen cabida. Las clases
en línea que nos salvaron en la pandemia no tuvieron éxito…el contacto humano
era necesario después de tanto tiempo sin poder tocarnos. Las aulas, por su
parte, se han trasladado a otros lugares más allá de esas cuatro paredes a las
que estábamos acostumbrados.
Hubo un silencio y las dos se
miraron fijamente.
―Por eso he venido a verte,
Alicia. No perdáis la ilusión y luchad por vuestro sueño porque lo vais a conseguir.
Es hora de que me vaya. Me ha alegrado verte.
El holograma de Alicia fue
desvaneciéndose hasta desaparecer por completo y las manecillas del reloj de Rabbit
Company volvieron a moverse dibujando una sonrisa.
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