NO TE SALVES DE LA LITERATURA Fuente El oleaje arreciaba con fuerza mientras nosotros, trémulos ante la ferocidad de la madre naturaleza, pensábamos en nuestras últimas palabras antes de exhalar el último aliento. De repente, se hizo la oscuridad. Noté, sin ser consciente del paso del tiempo, cómo el cuerpo se había desgajado de mi cabeza, pero pronto el cosquilleo de una lengua me devolvió el latir de todo el aparto sensorial. Al abrir los ojos, una suerte de cucaracha gigante me hizo pegar un salto que ni el mismísimo Heracles podría haber hecho en uno de sus célebres trabajos. ¿Sería Gregorio Samsa o mi mente estaba siendo pasto de la locura? Para despejar mi cabeza ante las incesantes llamadas del Hades, anduve por la playa en la que desperté. No sabía dónde estaba y apenas recordaba quién era. Quizá estaba transitando en el otro laberinto, en el laberinto de Borges; en el laberinto del tiempo. ¿Había de encontrar, pues, el hilo de Ariadna para escapar de este lugar o tenía q...
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